
Elena, estés dónde estés, te lo dedico de una forma muy personal.
Un vestido musical
se fue a bailar.
Tanto bailó y bailó
que cansado se cayó
en el salón.
Un príncipe
que por allí pasó,
lo recigió, lo arregló
y a su princesa lo regaló.
La princesa no sabía
que el vestido era musical.
Se lo pueso,
se miró en el espejo
y entonces el vestido
comenzó a tocar
una alegre melodía
que se podía cantar.
La princesa se asombró
y al príncipe mandó llamar.
- Principe, ¿tú sabías
que el vestido era musical?
-No- contestó el aspirante a rey.
Yo lo vi, me gustó
y lo mandé reparar.
Los dos pensaron un poco
y lo decidieron guardar
para sólo volverlo a lucir
en las noches de luna blanca
cuando da la fiesta el rey.
(Este poema lo hicieron un grupo de niños y niñas bielorruoso que por entonces estaban en Velilla de San antonio. Su monitora, Elena, llevaba un vestido negro lleno de notas musicales pintadas en color blanco.)