Había
una vez un gato que se llamaba PIRULÍ. Tenía cuatro patas blancas y
un rabo negro. Era muy bueno y en su casa todos le querían mucho,
por ser el más pequeño de la familia.
Jugaba
con su hermana mayor que le daba cariño con besos que a él le
gustaban mucho, pero a veces, también le hacia de rabiar y acababan
pegándose.
Su
mamá era una gata de color negro y su papá era un gato de color
blanco.
A
veces papá y mamá salían de la casa para ir en busca de
comida. Su hermana, llamada Martina, también se iban por ahí, a
jugar con otros gatitos amigos suyos.
PIRULÍ,
al ser el pequeñito, se quedaba solo en casa y se aburría mucho.
Un día
su mamá le dijo que le iba a llevar a un lugar para jugar con
otros gatitos como él.
Al
principio a PIRULÍ no le gustaba nada esta idea. ¡Era la
primera vez que iba a estar solo sin su familia fuera de su casa!
Aunque era un gato valiente, le daba mucho miedo no saber qué le
iba a pasar.
Llegó
con su mamá al lugar donde había otros gatitos que nunca había
visto . El sitio estaba lleno de gatos más o menos de su edad y
unas gatas que no eran sus mamás y que les cuidaban como si lo
fueran. A PIRULÍ le asustó mucho el tener que quedarse solo entre
gatos desconocidos.
Pasó
la mañana y a PIRULÍ le pareció muy larga . Cuando llegó su mamá
para llevarlo a casa, se puso muy contento. ¡Qué bien
se estaba allí con su mamá, su papá y su hermana.¡ Ya no tenía
miedo!
Todos los de la familia le preguntaron cómo lo había pasado, pero él no quería
decir nada. Los abuelos le animaban y le convencían de que en ese
lugar nuevo solo tenía que estar un ratio y que podría hacer
muchos, muchos, amigos.
Por la
noche cuando se acostó para dormirse, se sentía un poco triste porque con la llegada del día tendría que salir otra vez fuera de su casa. No obstante se quedó dormido pensando que seguiría siendo un gato valiente.
Y ¿sabes que pasó ? Que decidió olvidarse de su
miedo y se lo empezó a pasar muy bien con los otros gatitos y
gatitas y así descubrió que aquel lugar donde le habían llevado y
él no quería ir, también era bonito. No tanto como su casa, pero
no estaba nada mal, porque podía hacer cosas con sus otros
compañeros como maullar de una y otra forma. Algo nuevo para él.
Cuando
vino su mamá a buscarle, los dos alegres se saludaron. Mamá le
lamió, le dio muchos besos y entonces PIRULÍ se puso a runrunear.
Mamá le dijo:
-Miau,
miau, miau- que significa en lenguaje de gatos: “te quiero mucho y
estoy orgullosa de ti.”
Entonces
Pirulí contestó:
-Mi,
mimi miau- que significa en lenguaje de gatos- Estoy muy contento en
este lugar. Podéis iros tranquilos que yo lo paso muy bien.
Todos
los gatos y gatas de la familia se alegraron con este nuevo comportamiento
de PIRULÍ y ese día lo celebraron por todo lo alto con un trozo
de pastel que había traído mamá gata y que lo había encontrado
tirado en la calle.
-Miaaa
miaaamiau- que significa -¿Cuando podré ir con vosotros a buscar
comida?
-Miau,
miau, miau- que significa- Pronto, muy pronto nuestro querido y
valiente PIRULÍ.
2 comentarios:
Me gusta... pero me quedo con la otra versión, me era tan familiar, tan intima, tan para Diego.
Muchas veces por querer arreglar un escrito, por adaptarlo mejor a las reglas gramaticales, se puede estropear. Como hace tiempo que lo escribí para Diego, lo retoqué en algunos sitios, en especial al final y comprendo perfectamente que te guste más la versión que tienes tú. Esa es vuestra y solo para vosotros. Esta es para todo el que quiera leerla.
Muchos besos
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