UNA CASA MOJADA
Alicia se siente como dentro de un mapa e imagina que su casa es un barco. De lejos, tres sirenitas llaman a Ulises que se apoya en el quicio de la puerta.
Echa un vistazo a la calle y ve cómo el gato de ojos verdes que no sonríe, huye despavorido. Sin hacer caso al gato con miedo al agua, pone rumbo Sur Sureste para llegar a las Costas del
Oriente. Atraca en puerto y los ojos de una mujer la miran a través del velo. Huele a pescado y rosas. Olas tranquilas la deslizan hacia otros mares.
Un gran río que desemboca en el mar la conduce bajo el puente. A uno y otro lado existe una ciudad de casas y piedras viejas. Dos hirriantes tranvías suben hasta el castillo.
Sin darse cuenta ha llegado al centro del Océano:
Cercada por las olas, busca el interruptor de la luz. Algunas gotas de agua salpican la casa barco.
Las botellas se mueven. Una estatua de madera y un jarrón de flores chinas, se han escondido en la casa de muñecas. El oso de peluche se acurruca detrás de una carpeta invisible.
Hay tormenta y el barco casa se balancea sin rumbo fijo. A Alicia le falta el aire, casi no puede ni respirar.
Todo está oscuro. Ni aunque pruebe tres mil pares de gafas puede ver. Camina muy despacio entre las sombras. Ha perdido el timón.
En la cocina hay una radio. Con el temporal, todos los personajes se han quedado mudos.
Sola en medio del mar, grita, se agita, llora, pidiendo que alguien venga en su auxilio. Nadie responde; sólo un rugido tan fuerte como la ola gigante del mar.
Con el temporal, los saleros se han caído. Un azucarero ha quedado boca arriba y las cortinas de colorines chorrean agua. El tomillo, arrancado del campo, se columpia en un dedal.
Viene la noche. Está triste. Ha cerrado las contraventanas, esperando que todo pase. Intenta dormir preguntado a una vela sin llama ¿hacia dónde me deslizaré? ¿en qué‚ tierras amerizaré‚ y amaneceré?
Cuando todo pasa, amarra su casa barco y haciendo bocina con la mano pregunta :¿dónde estoy?. No hay respuesta. Mira su dedo que había trazado el viaje y lee: Isla de Uldivan.
Alicia sale del barco y se encuentra en la calle. Tiene frío y está llena de barro. Observa la hierba, tiene un verde especial, así como alegre.
Cuando metía la mano en el bolsillo, lo notaba mojado. Apretaba‚ el botón y al llegar donde mis amigas solían jugar a la comba, no había nadie.
Era algo tarde y llovía muy fuerte.
viernes, 28 de septiembre de 2007
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2 comentarios:
OYE, madre, si solo por jugar, ¿eh? me convirtiera yo en una flor de champaca, y me abriera en la ramita más alta de ese árbol, y me meciera muerto de risa en el viento, y bailara sobre las hojas nuevas, ¿sabrías tú que era yo, madre? Tú me llamarías: "Niño, ¿dónde estás?" y yo me reiría para dentro y me estaría muy quietecito. Abriría muy despacio mis hojas y te vería trabajar.
Cuando después de bañarte tú pasaras con el pelo mojado abierto sobre tus hombros, por la sombra de la champaca al patinillo donde rezas, sentirías el perfume de la flor, madre, pero no sabrías que salía de mí. Cuando después de la comida estuvieras sentada en la ventana leyendo el Ramayana, y la sombra de mi árbol te cayera en el pelo y en la falda, yo echaría mi sombra chiquita en la hoja de tu libro, en el mismísimo sitio en que estuvieras leyendo. Pero ¿adivinarías tú que era la sombrita de tu hijo? Cuando al anochecer te fueras al establo con la lámpara encendida, yo caería de pronto otra vez al suelo y sería otra vez tu niño, y te pediría que me contaras un cuento.
"¿Dónde has estado tú, picarón?" "No te lo cuento, madre", nos diríamos. "
Tagore tuvo también fantasías infantiles
Sor Austringiliana ya veo, ya veo que estás muy Tagoreña.
Tengo una amiga que está enseñando a niños de tres años y los primeros días le dijeron:
-Oye, ¿también tu papá te ha dejado aquí?
(Qué faenas a veces hacen los papás)
Besos hindues.
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