Seguro que no. Yo tampoco y sin embargo esta noche he soñado con él. Era tan grande, azul y luminoso como nuestro cielo. Había casi tanta arena como la que tenemos nosotros aquí. No recuerdo si me bañaba o no, porque ya sabes que esto de los sueños es muy raro. Tú también estabas y no querías ver el mar. Y es que te gusta muy poco el agua. Yo insistía y tú me decías que no. Después te escapabas corriendo. No sé adonde ibas.
Yo me sentía muy feliz. No me cansaba de mirarlo una y otra vez. Era un color que nunca he visto. Tú no te acuerdas, claro, porque aunque estabas en el sueño, era yo el que soñaba. No sé si algún día podré verlo de verdad. Hasta ahora la única agua que veo es la que traigo todas las mañanas. Lo primero que hago al levantarme, es ir hasta el pozo y acarrear cubos y latas pesadas que me ha traído el tío el otro día para que no se derrame ni una gota. Me gustaría vivir en esos lugares, donde hay tanta agua que no cuesta nada conseguirla.
Un día visité un oasis con miles de palmeras que daban dátiles. Allí el aire era más fresco porque venía de una gran charca de agua. Quizás por eso había árboles y gente por las calles de la ciudad. No sólo crecían las palmeras, había tembién granados, naranjales, higueras, almendros y en muchos lugares encontramos hortalizas y maíz.
En los árboles cantaban los pájaros, gran cantidad de pájaros. A las gentes del desierto no nos gustan porque se comen los pocos brotes que nacen o las semillas que plantamos. A mí los pájaros me hacen compañía. Nunca les tiro piedras. Allí, en el oasis, no hacía tanto calor como en este lugar donde vivimos. La casa la construimos hace unos años ¿te acuerdas? Yo ayudé a fabricar los ladrillos de adobe. Ahora paso menos frío en la noche y no tanto calor durante el día.
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Recuerdo la primera vez que vi llover: Tenía siete años. Dicen que también llovió el día que nací. Después no ha vuelto a caer agua. Advertí cómo se formaba la tormenta al ver cómo el cielo, siempre tan azul y brillante, comenzó a ponerse oscuro. Cada vez más y más oscuro. Después vinieron los relámpagos. Mas tarde los truenos y después todo se volvió gris.
Las gotas de agua no paraban de mojarme y mojar a todo y todos, por eso nuestra casa, como muchas otras, se las llevó la corriente de un río que siempre estuvo y está seco, pero que aquél día se llenó en un momento.
A pesar del peligro que representaba para todos los lluvia, recuerdo nuestra alegría y creo que fue la primera vez que no me sentí solo como me siento ahora. Porque Yura , aunque nadie lo note yo, Amhet el sonriente, el que nunca protesta, el que hace todo bien, se siente solo y le gustaría tener amigos y visitar países con agua, en compañía de otros.
Hace tiempo que dejé de jugar, porque como tú sabes, porque los conociste, mis padres murieron aquella noche de la tormenta, sólo tú y yo sobrevivimos a la catástrofe.
No tenía ni tengo hermanos. Mi familia eres tú y mi mis tíos que me quieren, no digo que no, pero no es igual. Ellos andan con sus propios problemas y yo con los míos. Sé que tengo que ayudarles en todo y trabajo mucho, pero por la noche, cuando descanso y me asomo a la terraza, me pongo triste porque no veo ni árboles, ni casas, ni hombres, ni nada, sólo el cielo con incontables estrellas. Entonces, Yura, me siento muy muy solo y quisiera escapar e irme a otros lugares donde la vida no sea tan dura. Sí, a otros lugares donde exista el mar.
Por eso esta noche lo he soñado y eso que nunca lo he visto. Imagino cómo atravesar este desierto del Sahara. Buscar un camello y un camellero que me quiera llevar. Tendremos cuidado con las serpientes y los alacranes y después subiré hacia arriba. Dejaré atrás las dunas y quién sabe, quizás, también esto de sentirme solo.
Entonces encontraré el color del océano. Embarcaré. Conoceré otros países donde la lluvia no será tan escasa ni tan mala como aquí. Ni el viento tan frío ni tan caliente. Habrá árboles y los ríos no estarán secos. No se necesitarán camellos porque serán sustituidos por los coches, aviones y barcos, muchos barcos que navegarán por un mar tan azul, como el cielo que ahora vemos tú y yo desde aquí, desde esta pequeña sombra que hace la roca y que nos permite descansar un ratito tomando un poco de té verde y pan ácimo mojado en aceite de oliva.
Cuando terminemos de comer y yo de soñar despierto, intentaremos dormir un poco en la arena caliente, para más tarde continuar haciendo el trabajo que he de terminar antes de que llegue la noche.
Tienes suerte, apenas si no haces nada. Ni tan siquiera te buscas comida. Esperas que yo te la traiga. Eres una gata muy perezosa y de momento ya te has adormilado. ¡No me extraña con este calor¡ ¡Si supieras la sed que tengo!
Luz del Olmo
Del libro "Conversaciones con mi gata"
Las gotas de agua no paraban de mojarme y mojar a todo y todos, por eso nuestra casa, como muchas otras, se las llevó la corriente de un río que siempre estuvo y está seco, pero que aquél día se llenó en un momento.
A pesar del peligro que representaba para todos los lluvia, recuerdo nuestra alegría y creo que fue la primera vez que no me sentí solo como me siento ahora. Porque Yura , aunque nadie lo note yo, Amhet el sonriente, el que nunca protesta, el que hace todo bien, se siente solo y le gustaría tener amigos y visitar países con agua, en compañía de otros.
Hace tiempo que dejé de jugar, porque como tú sabes, porque los conociste, mis padres murieron aquella noche de la tormenta, sólo tú y yo sobrevivimos a la catástrofe.
No tenía ni tengo hermanos. Mi familia eres tú y mi mis tíos que me quieren, no digo que no, pero no es igual. Ellos andan con sus propios problemas y yo con los míos. Sé que tengo que ayudarles en todo y trabajo mucho, pero por la noche, cuando descanso y me asomo a la terraza, me pongo triste porque no veo ni árboles, ni casas, ni hombres, ni nada, sólo el cielo con incontables estrellas. Entonces, Yura, me siento muy muy solo y quisiera escapar e irme a otros lugares donde la vida no sea tan dura. Sí, a otros lugares donde exista el mar.
Por eso esta noche lo he soñado y eso que nunca lo he visto. Imagino cómo atravesar este desierto del Sahara. Buscar un camello y un camellero que me quiera llevar. Tendremos cuidado con las serpientes y los alacranes y después subiré hacia arriba. Dejaré atrás las dunas y quién sabe, quizás, también esto de sentirme solo.
Entonces encontraré el color del océano. Embarcaré. Conoceré otros países donde la lluvia no será tan escasa ni tan mala como aquí. Ni el viento tan frío ni tan caliente. Habrá árboles y los ríos no estarán secos. No se necesitarán camellos porque serán sustituidos por los coches, aviones y barcos, muchos barcos que navegarán por un mar tan azul, como el cielo que ahora vemos tú y yo desde aquí, desde esta pequeña sombra que hace la roca y que nos permite descansar un ratito tomando un poco de té verde y pan ácimo mojado en aceite de oliva.
Cuando terminemos de comer y yo de soñar despierto, intentaremos dormir un poco en la arena caliente, para más tarde continuar haciendo el trabajo que he de terminar antes de que llegue la noche.
Tienes suerte, apenas si no haces nada. Ni tan siquiera te buscas comida. Esperas que yo te la traiga. Eres una gata muy perezosa y de momento ya te has adormilado. ¡No me extraña con este calor¡ ¡Si supieras la sed que tengo!
Luz del Olmo
Del libro "Conversaciones con mi gata"
2 comentarios:
Preciosa charla con la felina¡¡
Ten muy buen dia Luz
Gracias Fernando. Muy buen día también para ti.
Luz
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