Alicia entra en la casa por el pasillo inclinado, buscando la habitación que tiene un lazo rosa en la cortina de la ventana, pero lo único que encuentra es otro pasillo que parece indicar el salón de los
sofás . Inútilmente desanda el camino . Los pasillos, muy juguetones, se multiplican y mueven siempre que respira Alicia. Así que prefiere no elegir destino y deslizarse de un lugar a otro, siguiendo el rastro de unas huellas sin sentido.
Por esta especie de cinta móvil que son los pasillos de su casa, juega, corretea, retoza, trabaja, piensa, sueña, enreda, deshenebra, se divierte e imagina pájaros blancos que la miran desde arriba, llevando un vuelo , tan perdido, como el andar de ella.
Acaba de pasar muy cerca de un máscara que pretende infundirle miedo. Ella, apenas sin detenerse, le hace burla y ya desde
lejos un espejo la sonríe . Se mira, es mas alta y delgada de lo habitual ¿seré otra Alicia ? o ¿es que ella ha cambiado y le cuesta reconocerse? Los pasillos se suceden y todo dura un instante. Hay botellas de agua que al pasar le calman la sed que adquirió en el pasillo anterior.
¿Cómo es posible que se encuentre con un arco de piedra y una moneda de cobre antiguo? Le gustaría saber esa pequeña respuesta, pero los pasillos no deciden pasar por el penúltimo anaquel.
En este viaje por pasillos sucesivos, divisa una puerta, que bien podría ser la de salida; ya que se encuentra allí, aprovecha la ocasión y con un ligero movimiento, se agarra al picaporte. El pasillo continúa su viaje a ninguna parte y ella con los pies en vilo, da la vuelta a la aldaba. La puerta se abre para arrojarla a las piedras de la calle.
Era Agosto y hacía calor, mucho calor . El botón se deslizaba en mi bolsillo , pero conseguí, a pesar de mis dedos llenos de sudor , apretarlo y hacer la casa pequeña. A la sombra de un árbol, esperé‚ que mis amigas dejaran de dormir la siesta.
Luz del Olmo
viernes, 8 de febrero de 2008
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